Me gustaría que me quisieses,
cómo querrías a tu mejor amiga de la infancia,
cómo si fuese esa vecina con la que todos los días juegas en la plaza.
Los adultos me aburren, con sus expectativas y exigencias.
No me quieras como un adulto.
¡Inventémonos nuevos juegos todos los días!
la exigencia no es una propiedad de la madurez, sino de la necesidad.
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